La mampara del baño es nosotros. Es el límite que tenemos entre el vapor calentito de la ducha, y el aire un poco más fresco del resto del baño. A veces nos quedamos mucho tiempo abajo de la ducha con la mampara hermeticamente cerrada, al rato se nos arrugan los dedos. Y entonces pienso, ¿y si lo mismo nos pasa a nosotros? Que estoy loca, no, ojalá tuviera ese privilegio.
¿Por qué abrir la mampara, cuando se está tan bien adentro de la ducha, calentitos, cómodos? Porque nos arrugamos, me digo. Me respondo entonces, que a nosotros nos pasa lo mismo, pero en el corazón, en la mente.
En la vida hay que amar, querer apasionadamente, llorar sin consuelo, reír a carcajadas cuando se debe (y cuando no), si no abrimos el corazón, se nos arruga. Nos acostumbramos a la comodidad de estar solos, y nos convencemos de que solos estamos mejor, nos lo repetimos tanto, que después de un tiempo nos olvidamos del hecho que lo inventamos nosotros, y lo creemos.
Nos quedamos tan cómodos viendo como el sistema oprime, calla, y critica al resto, y de nuevo, nos encerramos en la mampara, y nos convencemos de que no somos el resto. Al tiempo, nos arrugamos.
Nos decimos un montón de veces, que solos estamos bien, que el resto se equivoca, que las personas son malas, que las cosas por algo pasan, y que yo no me vuelvo a enamorar. Nos decimos que no podemos querer a alguien del mismo sexo, de diferente habla, de pensamiento distinto, porque nos enseñan, no, en realidad nos inculcan que la monotonía está bien, que la costumbre es necesaria, que las circunstancias son unos zapatos nuevos, e incómodos, y te dicen: “no te preocupes, te vas a acostumbrar”. ¿A qué me tengo que acostumbrar? ¿A qué duela?
El ideal de ser humano, espera de nosotros un montón de cosas, tiene preparada una lista de cosas que debemos cumplir, y todas esas, están en la ducha calentita. Nos quedamos. Ahí, calentitos, contentos de que por suerte nos toca a nosotros estar cómodos. Ahí nos arrugamos. Falta de empatía, falta de los ovarios suficientes para decir basta, falta de corazón para decir te quiero, en lugar de tirar una excusa cualquiera. Nos arrugamos.
Se nos arruga el corazón y la mente, de tanto estar cerrado. Abrí esa mampara, y cagate de frío. Que moleste, que despierte, que si estamos calentitos nos dormimos.
Abrí la mampara y morite de amor. Abrí la mampara y poné en crítica todo lo que tenemos impuesto.
Abrí la mampara y empezá a vivir.